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sábado, 12 de febrero de 2011

Bullet proof

El segundo de mis cinco recesos es el más largo de todos, durando aproximadamente... no, la neta no tego idea, pero es el más largo de todos. Este tiempo es aprovechado por los de último año que se ponen a jugar una reta de Fútbol.

Es inevitable verlos jugar pues... es la única canchita y está en medio de la escuela, así que me quedé observando a estos jovenes que se divertían sacando sus mejores jugadas y driblando como sus grandes ídolos... y como siempre, dos que tres disparos desesperados.

En estos tiros a altas velocidades con un balón al que le falta un poco de aire, el objetivo debe estar bien preparado para recibir el impacto o de lo contrario podría tener un ardor muy cabrón en las manos durante todo el día, pff y luego hay muchos apuntes...

Pero descuiden, queridos Prófugos, esta clase de cañonazos, por lo general, siempre salen estúpidamente desviados y la mayoría acaba en la calle y sigue un gran ritual para poder salir y recuperar el balón perdido.

Solo que de pronto, un miercoles, las cosas fueron diferentes, un tipo se hizo notar entre todos, llegó a enclaustrar todas las miradas y llenó de felicidad a los aburridos y estresados estudiantes... Quizá no fue por sus asombrosas habilidades futbolísticas, como cualquiera podría pensar... Sino por recibir un tiro Desesperadaysuperrápidamente veloz, teledirigido hacia su rostro...

Pero no, no le doy crédito a su accidente, sino al hecho de ponerse de pié despues de tal atrocidad. Aunque tiempo después nos dimos cuenta que quizá esa no fué buena idea.

Recibió otro regalito en la espalda, de nuevo en la cara y finalizó con uno en el estómago (el cual creíamos que había sido el colmo por la primera impresión, pues pensamos que el balón había impactado más abajo...). A pesar de esto, este chico seguía poniendose de pié.

Lo curioso es que toda esta historia... ocurrió en ese receso del miercoles.


Este tipo es aprueba de balas... balonazos mejor dicho.

Aviso de Gerencia

Se les informa que estos prófugos se darán una fugadita durante un rato.
no piensen mal, no me deja tocarla... |
Símplemente tomaremos unas merecidas vacaciones con la intención de volver con nuevas ideas, las cuales ya hacen falta en este lugar.
Descuiden, se les pasará el tiempo volando antes de lo que creen y si están de ociosos
siempre pueden visitar los blogs independientes:
allizzia
Sin más que avisar por el momento, Prófugos y C&A Industries Inc. agradece su preferencia.
Sigan bellos... 

martes, 8 de febrero de 2011

De maestros...

Bueno, ya que estaba en el tema de los maestros y lo de leer (gracias a Kabán, que no me desvió del tema); voy a hablar sobre aquellos buenos tiempos de cuando yo era una persona muy pequeñita. 

De verdad, pequeñitita. Pudo haber sido tiroides o algo así.

En fin, yo sé que ustedes tienen un maestro al que siempre van a recordar - quizá se les olvide su cara, o si era gordito o flacón, o su voz; pero, carajo, siempre van a recordar una frase o algo que haya hecho.
Su sonrisa, quizá. Tal vez su nariz llena de pelos (válgame Jebuz, eso no se los deseo). A lo mejor su "pienso, razono, reflexiono". Ah, como me caga esa frase. Lo hago y punto. Para eso existe la postday.

Blablabla, pues. Voy a hablar de una de estas maestras.

Hace mucho, en segundo año de primaria... ¿o fue primero? Ah, esas malditas mañas de poner la misma maestra en dos años seguidos.
Estaba yo -platicando- en el salón muy feliz. Nunca me callaba. Mis boletas dicen "habla mucho", "debe hablar menos", "no se calla durante la clase" y etcéteras. Eso no importa, estaba hablando. Oh, esas sillitas de parejas son la verga... 

Entonces, que llega la maestra y me dice que vaya. Y obedecí (porque no me pidió callarme, por eso le obedecí). Y que me pregunta algo que sencillamente no entendí. Entonces me dice que habrá un concurso de Lectura entre todos los de la escuela, y que estaba pensando en que yo participara. A mi, pos me dió igual. Era una mocosa de 7 años. Si me sacaban de clase, por mi, hasta pa' pelar elotes. Ok, esto no es lo importante pues.

El chiste es que me dejaron caer todo de chingadazo, yo solo fingía y asentía. Pero no entendía ni madres.

La maestra me sacó más que aturdida del salón y me dijo que fuera con la maestra Aurora. 

Veinte segundos me tardé en preguntar una de las frases que se volvería presente por el resto de mi vida (o, al menos, hasta el día de hoy):

"¿Q... Quién es la maestra Aurnlio?" pregunté, fingiendo decir el nombre, porque ni so caché.

"Aurora. Una morenita, de cabello negro, corto, como de honguito; que trae un traje entalladito, flaquita, de color azz.... Mira ahí viene, vete."

No mamen, yo era la persona más tímida del mundo; caminé dos pasos, volteé por toda la escuela, me asaltó un ataque de nervios y pumpaz. Miré a la maestra de nuevo con cara de WTF?!
La maestra suspiró, me tomó de la mano y me llevó casi corriendo a donde venía la susodicha maestra Aurora. Con los ojos como plato de que la verdad yo no sé en qué chingados me metí. 

Las maestras intercambiaron un par de palabras, creo que concernían a el lugar donde sería el concurso y que yo sería la participante para primer año de primaria. O de segundo. Whatever. Hasta ahora me detengo a pensar que lo más posible es que fuese la única concursante de ese grado.

En fin, la maestra me tomó de la mano y me preguntó mi nombre.
Tartamudeé "allizzia".

Ella se puso a hablar de que le gustaba mi nombre. Me dijo que no estuviera nerviosa, que nada más iba a leer un cuentillo que me iban a dar. Me explicó que cuando llegara, se iban a rifar los turnos. Luego, nos íbamos a sentar en las bancas que había allí, y que esperara mi turno y escuchara a los demás. 
Me pidió que leyera muy bonito, respetando las comas y los puntos. Me preguntó la diferencia entre ellos y me dio las típicas lecciones sobre ellos. Todo en un par de minutos. Fue concisa, al grano y punto. Sonreía mucho. Hablaba normal, como cualquier otra persona. No como una maestra. Me dijo que estaba muy delgadita yo -lo cual repitió por muchos muchos años más- y me llevó de la mano hasta un salón que estaba del otro lado de la escuela. Un salón que jamás había visto. Un salón que -dada la alta concentración- nos tocó ocupar en sexto año. 

El techo era de dos aguas, parecía una cabaña más que un salón. Estaba oscuro. O, creo recordar eso. Había muchas bancas, aunque -según mis recuerdos-  no estaban en filas. Sólo estaban ahí, donde decidieron estar.

La maestra -quien ya se había ganado mi confianza- me dijo que me sentara en una. En un buen grito, como si fuese una fiesta, avisó que ya estaba aquí. 
Posiblemente me estaban esperando solo a mi.

Cuando empezaron a repartir los papelitos, me asusté de nuevo. Me sentí sola. 
Me dieron el último papelito (también, estaba bien mini, ni me iba a meter a pelearme por uno). Era uno de los últimos turnos. Carajo.

Por horas me aburrí allí, escuchando cuentos, tipos pretenciosos que se la querían tirar de super lectores, morritos que la verdad leían de la hueva -a sílaba por sílaba- y presentaciones. Hueva.

Por fin me tocó.

Me invadió la inseguridad y me levanté y me quedé con mi faldita ondeando.
¿Qué hago?

Entonces, volteé a ver a la maestra de nuevo. Estaba sonriendo. Me guiñó un ojo.

Así que tomé la hoja que me pasaban, me paré donde todos se habían parado, respiré bien juerte, y empecé a leer.

Leer era fácil para mi. Leer en voz alta me relajaba. Escuchar las ondas de mi voz subiendo por mi garganta, hasta la nuca y en mis sienes. 
Las palabras salieron fáciles. Terminé -lo que yo considero- bastante rápido de leer. Respeté comas y puntos. Y todo eso. Quizá no pusiera énfasis en lo que decía la historia, pero ya, pedían mucho carajo.

Cuando terminé, me quedé viendo las letras un momento más y miré hacia el frente. Me pidieron la hoja, y me senté.

Me da mucho coraje que en las escuelas públicas no se pongan a planear nada: todo al aventón y chingue a su madre. Digo, me dijeron del concurso el mero día. Eso sí es un poco molesto.


En fin, que todo terminó, gané el segundo lugar (idiotas pobres, los de sexto), me dieron un diploma y unas libretillas y ya. 

La maestra Aurora se acercó y me dijo que leí muy bien, que felicidades y todo eso.
Luego ya me pude ir a mi salón, a chingar a mi madre.







El chiste de todo esto, era recordar que es especial cuando encuentras una persona que no conoces; pero en poco tiempo te hace sentir muy bien y la verdad es bien chido encontrar ese tipo de personas. A mi me gustaría ser así. Poder reconfortar a un desconocido. Poder llegar y preguntarle si se siente bien, que no se agüite, que la vida tiene sus bonitas cochinadas de vez en cuando, y tomarles la mano. Pero yo no tengo la labia, me trabo, hablo bien feo.

A que ustedes también recuerdan a alguien así, ¿o me equivoco?



sábado, 5 de febrero de 2011

I got nothing

Lo juro, lo intenté por horas, incluso pregunté a mi familia si tenían alguna historia graciosa y me quedé escuchando buenos chistes. En toda la semana no me pasó nada interesante y no tengo inspiración suficiente para inventar nada.

Solo diré que arriba Green Bay y que espero me perdonen.


U_U Kabán.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Lectura Ligera.

Cuando era joven y bella, y estaba en primer grado de primaria, ¿o segundo?; los directores o no sé quién, decidió checar el nivel de lectura en mi salón (y posiblemente en los otros salones, pero sabe).


Había varios maestros y toda la onda, a mi me tuvo que tocar con el director.
Lo sé, tengo una pinche suerte envidiable.


En fin, vale decir que yo aprendí a leer desde tercer año de preescolar, y que ya tenía práctica leyendo. Cuando me dieron el libro de lecturas de la sep, yo me los leí todos como que en chinga.


En fin, para hacer la historia corta, y porque estoy en clases, el maestro me indicó que leyera una historia que estaba casi al final del libro.


Yo obedecí.


Era el mito del Popocatépetl y el Iztaccihuatl. O como se escriba, pues.


Me encantaba, me parecía muy romántico.


Cuando terminé, con mi sonrisota de estúpida en la cara, volteé a ver al Dire.


Tenía ojos severos -como siempre- y me preguntó si ya lo había leído.
Comprendiendo a lo que se refería, puse mi mejor cara de inocencia (worked quite well) y mentí. 


Sospechando de trampas por parte de la maestra, me puso a leer otra cosa.


Se rindió, yo era un maldito genio. Y leía bastante bien.






Pobre bastardo de director.


Nunca podrá ganarme.

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