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miércoles, 29 de diciembre de 2010

Ay, la vida.

Digamos que mi falta de publicación de ayer fue broma del día de los inocentes.


Es que me hicieron una bromota: me convencieron de ir escuchando por varias horas (un par de días, más bien) puro pocho idioma. También de viajar a lugares de hueva (y Guanajuato) y de ir al PincheCristo que, bueno, lo odio. 
Falta lo mejor de la broma: era verdad.


En fin... Finjamos que publiqué esto el bello día de ayer y comencemos.


Ya que no se me ocurren muchas cosas, les voy a contar sobre los taxistas.


No, no voy a empezar con canciones feas, no estoy de humor. 


Hace un par de semanas, mi familia y yo nos vimos obligados a tomar un taxi. 
Atrás nos sentamos las mujeres, y hablábamos muy discretamente: al estilo mujer. Adelante estaba mi padre, que, en contra de todas las predicciones, se puso a hablar con el chofer.


Y, todos los sabemos, los taxistas tienden a hablar y hablar. 


Error de mi padre. El chofer no dejó de hablar en todo el camino.


Comenzó con su trabajo. Que trabajaba varios turnos, y que después tenía otro trabajo. Que salía en media hora. Que lo hacía porque su hijo era estudiante y había que mantenerlo.


Luego habló sobre su hijo. Que no respetaba el dinero. Que lo que hacen los padres por sus hijos. Que luego que el celular, que dame dinero para el crédito. Que luego trae apagado el aparato, y no contesta. Que uno se preocupa, y el muchacho de fiesta a altas horas de la noche. Que uno qué va a hacer. Que los hijos, uno como los quiere. Blablabla. Que todo lo que hacía, era por su hijo.


Luego se tornó incómodo. Error, repetía mi mente a mi padre, total error eso de sacarle plática.


Que él cuidaba mucho de su hijo. Que porque su esposa los había abandonado. Que ahora él hacía de mamá y papá. Que es muy difícil eso de padre soltero. Que por eso cuidaba mucho de su hijo. Que era lo único que le quedaba. Y que porque aiba de sufrir con los hijos, que al final, es lo único que hay.


Vaya, las cosas se tornaron sombrías. Mi padre tiene una especialidad en sacar las pláticas más incómodas, ya sea sobre la cantidad de hijos de alguien ("es que mi esposo trabajaba fuera, y cada vez que venía... y vam, ya es otro hijo..."), sobre la muerte de los padres de otro ("sniff, y pues, snifff, la semana pasada, ¡sniff!, pues su corazón ¡NO AGUANTÓ!... Y hace tres días -sniff- que lo enterramos..."), bueno, creo que ustedes entienden el punto.


Sin embargo, me sigo preguntando...


¿O esa gente se inventa las historias (y se divierten haciéndolo) o realmente les gusta chorrear sus problemas con gente que ni siquiera sabe su nombre?


Porque, por más pena que me dé, jamás supimos el nombre del taxista...






Pobre tipo.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Casi no la cuento... (dramatización)

Hoy (por que a las 12:28 am. ya era oficialmente "hoy") salí con mi primo a sacarle chispa a nuestra pirotécnia y lanzar unos cuetes al aire. Nosotros estábamos muy felices con sus sonidos y colores cuando un ruido nos hizo voltear. Se trataba de una niña que estaba aventando unos cuantos en la barda de a lado.

El chiste de todo esto es que, odio admitirlo, pero tenía mejor arsenal que nosotros, se notaba que había conseguido unos cuantos cuetitos un tanto más caros y mejor armados.

Después de quedar con cara de idiotas viendo el espectáculo que estaba armando la pequeña, otro pequeño ruido me hizo voltear. Miré hacia el suelo y ví un cañon... prendido... justo a nuestros pies...

En ese momento mi mente pensó tan rápido que aún sigo sorprendido. Después de recordar muchas películas de acción y tomar a mi primo muy fuertemente, lo arrojé (por no decir taclear) lo más lejos que pude y patié el explosivo lo más fuerte que pude.

Despué de hacer explosión y volar en pedacitos unas cuantas flores a las que fue a parar, localizé al pequeño engendro...

Era un niñito de no más de 4 años que se divertía arrojando cañoncitos con su padre que obviamente no le dijo a su hijo que no es nada bueno arrojarlos contra las personas.

Después de muchas disculpas (del padre) y mentadas entre dientes (de mi primo/mias) nos retiramos del lugar, no sin antes buscar venganza colocando una bomba de humo cerca del infante.



"Su ropa holera a pólvora por días..." susurré antes de soltar una macabra risa de villano.


Queridos críticos, esta será mi última entrada del año y creo que la última entrada de Prófugos del año. si es que allizzia se anima el martes. Les deseo una muy feliz navidad y un año nuevo bien vergas.

martes, 21 de diciembre de 2010

Dang...

Fue un tanto agotador escribir la entrada pasada.


Así que ahora postearé algo muy soso.


Verán, acabo de regresar de un cortísimo viaje del DF. Sí, por primera vez.
Mis padres le tenían miedo a la ciudad, por alguna razón, y nunca jamás había ido, aunque rogué a mis padres que me llevasen por favor durante seis largos años.


En fin, adoré la ciudad.


Me di cuenta de que es bien lindo -a mis padres no les parece, pero soy yo la filantropa, supongo- que puedes ir rascándote la cola y a todo el mundo le parece igual. 


¿En qué otro lado puedes hacer cosas en la calle sin que a los otros les de un demonio?


Nací y he vivido toda mi vida en un lugar donde todo es juzgado, todo. Maldito estado catoliloco medieval. Si vas agarrando la mano de tu pareja, si estás besando a alguien en la calle, si estás cortando hierbas a un lado del camino, cualquier cosa, siempre hay alguien que te mira mal.


Pensé que esos lugares no existían. Poof, que equivocada estaba.


Iba caminando por ... ok, ni idea, pero iba caminando por ahí.


Y había un señor sentado en una macetera/jardinera. 


Tenía una rama en la mano.


Y había una abeja volando cerca de él.


Me quedé un rato viéndolo.


El señor ocupaba su tiempo esperando a que la abeja se detuviera en la jardinera, donde la espantaba con la rama. La abeja, cuando pensaba que el peligro había pasado, se volvía a posar allí. El señor la volvía a espantar.


Lo hizo como 5 veces, en lo que estuve allí.




Se llama ocio, señor. Se llama ocio.




Viva Tenochtitlán, señores.

sábado, 18 de diciembre de 2010

I-O-Kabán

Kabán dice que lo lamenta mucho, que no podrá postear hoy. Tiene una gran fiesta que atender, y sabe que allizzia no tiene vida social. 


Tiene razón, mi hermana acaba de hacer lo mismo. 


Desgraciadamente, no tengo nada, nadita que escribir. 
Por fortuna, me dijo que podría inventar algo. (Que él siempre lo hace. Nos ha estado engañando, queridos lectores inexistentes.)


En fin, tengo muchas ganas de leer algo  bien retorcido, así que voy a escribir algo bien retorcido para poder leerlo después. Con ustedes, algo sin título (porque soy bien mala para con los títulos).




Te estaba esperando para que llegases a casa. Te abriría la puerta, y te diría cuánto te amo, como todos los días. 
Y es verdad, cuánto y cómo te amo.
¿Recuerdas cuando te conocí?
¡Qué nerviosa estaba! Tenía tanto miedo... irracional, porque no sabía la maravillosa persona que eres. 
Estaba oscuro, y me tomaste por detrás. ¡Entonces detestaba las sorpresas! Me arrastraste a tu auto, mientras yo intentaba escapar.
Debí golpearme en el auto -eso me pasa por remolina- porque me desperté en tu casa. 
¡Qué caballeroso de tu parte, llevarme a tu casa para cuidarme!
Me miraste hasta que desperté, me acariciabas el cabello, me mirabas con tanta ternura.
Aunque quise irme en ese momento, tú me detuviste y me mantuviste cerca de ti.
Me dijiste que me atarías si era necesario, con tal de que me quedara.
Realmente quería regresar, ¡ese día tenía que asistir a un evento de mi trabajo!
Tú voz era dulce, diciéndome que me quedaría. Que harías lo posible por no dejarme ir.
¡Eras tan adorable!
Sin embargo, yo quería irme, así que te pusiste juguetón.
Me tomaste con fuerza, y me sujetaste con cuerdas de seda. Me acostaste en tu cama y me dijiste que nunca me dejarías. Y nos besamos por primera vez. 
En ese momento estaba completamente asustada, pero muy en el fondo, sabía que iba a resultar bien. 
Me viste llorando, así que trajiste mis pasteles favoritos. Cereza con crema. 
Secaste mis lágrimas, me abrazaste y me dijiste cuánto me querías. 
Platicamos mientras comíamos. Descubrí lo gracioso que eres. Y lo comprensivo.
Me hiciste decir cosas que ni siquiera conocía de mi. 
Te conté sobre lo dura que fue mi infancia, y me contaste lo difícil que fue la tuya. Nos comprendimos. Me comprendiste y me abrazaste. ¡Estaba llorando tanto!
Volviste a secar mis lágrimas y me dijiste que nunca jamás dejarías que yo sufriera. Que me amabas demasiado para ello. Y te creí. 
Los días siguientes, venías cada mañana con el desayuno y hablábamos un rato. Lo repetías después, a la hora de la comida, aunque te fueras volando de regreso al trabajo. 
El mayor tiempo que pasábamos juntos, era en la cena. Me llevabas al comedor y tenían la cena lista, con velas y flores en la mesa. Mis comidas favoritas también eran las tuyas.
Teníamos tanto en común. 
El peor día fue cuando, en la mañana, decidí salir. Pensé que ya no estabas. Bajé las escaleras y fui a buscar el jardín, de donde siempre cortabas las flores. 
Pero tú bajaste después, estabas empapado -tapado con solo una toalla, acababas de salir de la regadera- y asustado. Tenías un cuchillo en la mano. Creí que querías matarme. 
Creíste que te dejaría, y aunque no era la primera vez que me amenazabas con un arma, realmente te tuve miedo. Tardaste mucho en soltarlo. No me creías. 
Soltaste el cuchillo y te pusiste a llorar, nos abrazamos por quien sabe cuánto tiempo. Faltaste al trabajo ese día, casi te despiden. 
Pero no quisiste dejar mi lado. Ni siquiera quisiste vestirte, ¿lo recuerdas?
Te quedaste con la toalla en las piernas, y no quisiste dejar de abrazarme.
Pedimos pizza para la comida. Y me dejaste ayudarte para la cena. No me dejaste usar cuchillos; ¡eres tan protector! Exagerado. Tenías razón, soy muy torpe. Me quemé un poco con la cazuela de la estufa, y corriste en cuanto escuchaste mi grito. Tiraste la toalla en el proceso y no te diste cuenta. Tomaste mi mano, no le había pasado nada, pero la besaste. Me miraste directo a los ojos. Quise recoger la toalla, y tu te agachaste conmigo. Nos besamos de nuevo, pero fue diferente esta vez. Ahí, en el piso, dejamos que la comida se nos quemara sobre la estufa. 
Cuando terminamos, dijiste que me amabas. Yo contesté que te amaba también. 
Tuvimos una gran noche.
La mañana siguiente me dijiste que podría salir y estar en otros lugares de nuestra casa, a la hora que quisiera. Me advertiste que no saliera, que la alarma estaría puesta, y no querías molestar a los vecinos; tampoco quería que él tuviera que venir a desactivar la alarma. 
Me diste esa confianza durante los siguientes meses. 
Lo cual fue genial, porque enfermé, y tenía que correr en cualquier momento a vomitar al baño. 
Creíste que la comida estaba mala, y fuiste a comprar más.
Pero seguí vomitando por varias semanas.
No querías traer al médico, así que me obligaste a decirte todas y cada una de las cosas que hacía al día. Cuando creíste que mentía, instalaste una cámara sin decirme.
No mentía, aunque me hiciste enojar un poco. Creí que confiabas en mi. 
No querías traer al médico, pero no tenías muchas opciones. 
Hasta que recordé. 
Adoro los niños. Tendremos uno propio. 
Y no podríamos estar más felices.


Aunque, algo en el fondo de mi alma me molesta...


Te avisaré cuando recuerde lo que sea, amor.
Escucho tu auto entrando.


Te amo. Te amo tanto...










No es un de mis favoritos... Meh, ahí tienen su entrada. Sean felices. Los quiero. Pero amordazados.










allizzia

martes, 14 de diciembre de 2010

I'm sooooo wasted...

Una de las cosas que más disfruto, es joder a la gente.


Y una de las mejores formas de hacerlo, es dirigiendo una fiesta "infantil".


Esta no fue una fiesta infantil, fue la posada de la oficina; pero casi, porque siempre hay varios niños en dicha posada. 


Sin embargo, para mi siempre es tiempo de ser infantil. Es una de las ventajas de aparentar menor edad de la real. 


En fin, estuve poniendo los regalos en orden, presentando a algunas personas, saludando a otras, jodiendo a los niños y así. 


Incluso golpeé a alguien con el palo de la piñata. Was so fun.


En fin, cuando estaba a punto de hacer la entrega de aguinaldos para los niños (y un par de adultos que jamás crecerán), tuve que ir al auto a buscar un par de cosas.


Cuando regresé, vi dos señores salir del lugar. Sabía que habían venido con mi tío, porque los vi juntos sentados. No me acerqué ni para decir un chingatumadre a la mesa porque estaban bebiendo, y si algo me dice la experiencia, es no acercarte a los hombres de avanzada edad cuando están bebidos. Además, era una fiesta familiar, ¿quién carajos bebe? Algún genio, lo sé.


En fin, eran esos dos tipos saliendo del lugar (la cerveza que habían traído se había acabado, supongo) y pensé en esquivarlos, pero sinceramente me dio hueva rodear.


Así que seguí derecho, y los tipos me vieron y se despidieron efusivamente:


- Muchas gracias, señorita. Nos despide de Monserrato, muchas gracias.


- Hasta luego, señorita. Nos vemos.


Entonces me di cuenta que el primer señor era todo chistoso: carismático, de tez blanca, con un cabello abundante y corto y barba larga y gruesa; ambas completamente blancas. 
El otro era mexicano normal.


Y sonreía de entre la barba blanca y salían sus dientes relativamente blancos.








Y yo jamás en mi vida los he conocido. ¿O si?






Vaya, pero que chistoso señor...



sábado, 11 de diciembre de 2010

¡Rayos!

...Y centellas, se me haiba olvidado mi super Sábado de extraños.

Lo siento mucho, sentía en mi interior que ya no tenía responsabilidad esta semana y olvidé que era por lo del martes, me la creí yo solito.

Y bueno... Mi extraño ya lo usé así que no tengo nada jajaja

Entonces haré memoria rápidamente...

[5 minutos después]

Recuerdo que una vez estaba con mi buena amigo de la infacia, en un parque con muchas posibles actividades para realizar y después de haber hecho casi todas, teníamos mucha mucha sed y en ese tiempo aún se encontraban los Delaware punch en las maquinitas de refrescos.

Introducimos el dinero y salieron los chescos... ohh si... refrescante.

Y unos pocos minutos despues, se acercó un chico y su patineta, dió unos pasos hacia la máquina, oprimió el botón del "cambio", salió nuestro dinero, le dió un golpecillo a la máquina, salieron otros 2 Delaware puncheses y se fué...



Mi compa y yo teníamos las 2 caras de idiotas más grandes del parque...

martes, 7 de diciembre de 2010

Give me a break!!

 Am... Hola, soy yo Kabancito.

Bueno, ya te la sábanas, querido Prófugo, en estos momentos todas las escuelas de la región están infestadas de exámenes semestrales. Si, lo sé, qué hueva ¿no?

El caso es que allizzia pues, si le hecha ganas al asunto y en estos momentos se encuentra aventándole toda la matería gris. Pero eso no significa que no existan extraños sucesos con extraños por ahí.

For esempo: Siempre podemos contar con el vago que circula cerca de la Torre Medica con una frase repetitiva que dice así: "uuuuuuuunnn !Pan! ¿No me da para un Pan?"
Dicha frase puede variar dependiendo del antojo del vago... pueden ser "!TaCos!" por ejemplo y siempre seguido de un fuerte zapatazo.


Así que díganme ¿Cónocen a algún vago que  tenga un "slogan" para pedir limosna?

sábado, 4 de diciembre de 2010

Wa ta Fok!!

Visité la Huasteca... por segunda vez. Así es, tuve la oportunidad de volver a este, muy bello, lugar en el que si arrojas una piedra al aire, seguro caerá en una cascada...

Pero ese no es el punto, de lo que quiero tratar es que, como siempre me sucede, la segunda vez que visito algún sitio, es cuando en verdad pongo atención, o bien, en verdad "estoy" ahí. Y me estoy refiriendo la mayoría de los lugares que volví a ver.

Mientras estábamos en el castillo de Edward... am... Norecuerdoqué... me atreví a explorar TODO el damn lugar y debo decir que no lo logré (en parte por que no nos dejaban pasar y en parte por el desconocimiento del lugar). Así que estaba subiendo a la parte arquitectónica más alta y permitida de todas y notamos que "casi" llegando hasta arriba había una parejita haciendo melosadas, pero lo curioso de esta parejita es que estaban hablando inglés.

Al principio lo lógico era que se trataba de una parejilla gringa común y corriente, pero, en realidad, solamente ella es la que hablaba en inglés... Y tenía serios problemas con las alturas.

¿Qué rayos hacía ella hasta allá arriba? No lo sé...

Lo... digamos "chistoso" aquí es que lo único que no paraba de répetir es "What the fuck!!" tooooooodo el tiempo: 
-What the fuck, it's so cold up here!!
-What the fuck we're so damn high
-What the fuck... (a secas...)
-What the fuck are we doing here?!?

Así que mi primo y yo la llamamos...

¡¡¡¡Adivinaron!!!!



"La gringa acrofóbica"

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