Hoy tuve un sueño-recuerdo extraño (y que bueno, porque no saiba yo qué escribir).
Soñé que tenía cáncer, que estaba en la cama del hospital, con sábanas blancas y todo blanco; que estaba lleno de tubos, que no tenía cabello, que en mi mano estaba una vía grande y bizarra, que tenía forma de avión y que jugaba con él.
En realidad no es un sueño, sino un recuerdo empático. Vamos desde el principio.
Hace mucho, no creo ni tener 7 años, mi mamá me llevó al hospital a ver a un niño que tenía leucemia, cáncer. Era conocido, porque era primo de un primo; las familias se llevaban mucho... pero esa es otra historia (bien chistosa, por cierto; ¡qué cagados son los de pueblo!). En fin, yo me sentía como bicho aplastado porque no conocía a nadie y como que me da vergüenza entrar en la intimidad de los demás. Digo, como que a todos nos da vergüenza, me supongo.
Así que hice lo más natural que hace un niño a esa edad: me escondí detrás de mi madre. Hasta que vi algo que... bueno, básicamente algo que allizzia jamás me dejará olvidar.
Era un niño, en la cama, en el centro del cuarto, sin pelo... Bueno, creo que ya lo describí todo allá arriba. El niño (masculino, por si las dudas) se miraba de mi edad y tenía una sonrisa que me invitaba... Pero no me acerqué, ya que soy tímida y estaba rodeado de gente desconocida y enfermero(a)s.
Lo veía con esa cosa en su muñeca (una vía intravenosa demasiado grande si me preguntan, pero yo no soy médico así que no sabría decirles qué carajos era), con forma de avión. Le pregunté a mi mamá que si estaba enfermo. Dijo que sí. Le pregunté si no podía levantarse. Dijo que si. Pregunté si eso en su muñeca era un avión que habían amarrado a su mano para que pudiese jugar cuando quisiese sin moverse. Mi madre dijo que no, se rió, y me explicó que era donde ponían las medicinas. Cuando pregunté si se iba a curar, a mi madre le faltó voz. Deseó que sí. Yo también lo deseé.
Su nombre era Ángel. Angelito.
Murió un par de semanas después. Fui a su velorio. Su madre lanzaba alaridos de dolor cada tanto, el resto de rato lo pasaba sollozando amargamente. Me ofrecieron un dulce de mantequilla. Había café. Mis primos estaban pequeños. Llevé un ramo de flores de colores. Mi madre me dijo que no se usaba, pero ¿no prefiere un niño flores de colores? Las flores blancas apestan. Su madre apreció mi gesto viéndome benevolente, y soltando muchas (muchas) lágrimas más.
Lo enterraron en el panteón del pueblo. Es un panteón curioso, las tumbas se construyen unas sobre otras. Sabrá Dios cuántos muertos hay más abajo, hasta ahora, las pilas se cuentan (al menos yo) de 4 muertos. Debe haber más muertos abajo.
Él se convirtió en un muerto más entre todos esos desconocidos. No comprendo por qué mueren tantos niños en ese pueblo, pero pasa. Las tumbas terminarán sin nombre, él sin identidad. Se volverá en el extraño que siempre fue. Nunca pude conocerle. Su hermano (gemelo) jamás me parecerá igual, porque no tiene la misma sonrisa ni la misma mirada. Son diferentes. Siempre lo han sido. Mientras cerraban la tumba, su madre se aseguró de que jamás olvidase (y olvidásemos, supongo) el entierro de lo que quedaba de su hijo.
Supongo que por eso me fascina tanto la muerte...
Walk
Hace 7 años