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martes, 28 de junio de 2011

Bien. Las uñas.

Por fin soy libre y les puedo platicar mi gran trauma con las uñas postizas. 


Todo pasó hace exactamente tres años y una semana y media. Iban a ser mis XV años, por lo tanto, debía ponerme "toda guapa" y así. La neta es que conmigo eso es casi lo mismo que imposible, así que a mi me daba totalmente igual. 
Mi madre me llevó al "mejor lugar" de las uñas postizas de mi estúpido pueblo. Me sentaron en una silla, frente a una doña. La doña, la más desagradable del mundo, estaba hablando por teléfono. Creo que no dejó de hablar por teléfono nunca. Como ni me volteó a ver, yo no sabía qué hacer, lo cual la molestó... bueno, creo que ya estaba molesta por algo porque tenía cara de que estaba oliendo mierda, así que creo que se molestó más.


Me vió las uñas y me dijo con desprecio: "Uy, te muerdes las uñas, ¿verdad?"


Ajá. Me las muerdo desde que tengo memoria. Me las muerdo mucho. Me gusta hacerlo, me da algo qué hacer mientras estoy aburrida. Me entretiene. Sí, yo me muerdo las uñas, y ya no me importa decírselo al mundo.


Y que agarra su lima ¡MADRES! el ataque comienza. Talla mis uñas, por arriba, por abajo, por un lado y por otro. Las masacra. Las odia y las quiere desaparecer de este mundo cruel con señoras malvadas que odian tus uñas.


Sin embargo, eso terminó rápido. Luego procedió a sacar unas estampas, las miró y gritó... "Fulanita, traeme las otras, las negras." Aparentemente, mis uñas eran demasiado pequeñas y necesitaban unas especiales.


Y entonces... que mete con fuerza las estampas bajo mis uñas. 
Eso. Fue. Doloroso.


Y ya, empieza a poner el acrílico. Eso fue decente, aunque redepente me ardía por donde me había sacado sangre la muy hija de hijos de la puta chingada sin paga. 


Después de que se endurecen, arranca la estampa *alivio* y agarra la lima... en cámara lenta... se acerca a mis uñas con crueldad... y toma mis manos... 




¡DIOSBENDITO! Sólo mátame sin la tortura, por favor. Admitó que lloré un poco en esa parte. A ella no le importaba porque -claro- estaba hablando por EL PUTÍSIMO CELULAR. Limó el acrílico pegado a mis uñas hasta darles forma y limó más el acrílico y las limó más.... Bien pudo haber metido mis dedos en ácido concentrado y luego cortarme los dedos con una cuchara por todo el dolor. Lo hacía con perversidad, disfrutaba mi dolor... Pensé que el siguiente paso era poner mis dedos en las vías del tren y esperar a que pasara el tren...


Pero no, fue pulir. Lo cuál también dolía, pero como cuando te golpeas, y alguien trata de sobarte y aunque en realidad está avivando el dolor, no es tan terrible...


La mujer.... seguía llamando por teléfono. Ni me dijo qué tenía que ir a hacer después. La muchacha del lado me dijo, y me levanté y me fui. Me sequé las pocas lágrimas y me senté.


Estaba muy enojada, pero era hora de pintarlas: time to get the art going.


Pues no, porque las viejas jijas de su puta madre nomás decían "Es que no cabe, tus uñas son muy pequeñas..."


Unas grecas, no; unas ondas, no; una flor bizarra, no...


"¡¿Entonces qué le puedo poner?!" 


"Una florecita o una estrellita."


Chichichichichiiiingas a todos tus antepasados...
Pero en ese momento logré ver unos cuadritos bien ska (que también estaban en mi pastel, así que resultó bastante genial) y pues que esos sí, pinches viejas.




La otra vieja no volvió a aparecerse, porque la que pintaba era otra. Pero nunca voy a olvidar a esa perra que ni siquiera me vio a la cara mientras me torturaba, eso es frialdad y dureza de corazón, me cae. Mínimo me debió avisar -si tanta experiencia tiene- que me iba a doler... mucho.


En fin, esta es la historia de la perra desalamada poneuñas.


Ojalá se muera con crueldad, lentitud y dolor. He dicho.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajaja, sabes, yo se poner uñas... y nunca se han quejado!!



Dark Angel

Alicia L. dijo...

Jajajaja, dinero extra, espero.

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